Tengo miedo. No consigo conciliar el sueño. El lunes pasado me enteré que en este país se fabrican robots humanoides a la imagen y semejanza de Asimo. Y lo peor no es eso. No. Lo peor es que según afirmaba la noticia, en la próxima década podrían llegar a los hogares celtibéricos (acaudalados, se presupone).

Robots como REEM-A, diez centímetros más alto que ASIMO, y ganador de la carrera de automatas de la última edición de Robocup. Y luego dicen que el deporte español está de capa caída. Pero eso no es todo. Qué va. REEM-A es más que capaz de coger objetos, hablar y recibir órdenes. Ah, y jugar al ajedrez. Toda una máquina imprescindible en cualquier vivienda, vamos (si está respaldada por una excelente campaña de márketing, sobra decir).

El sustituto de REEM-A será REEM-B (olé la originalidad). Y afirman que "será el robot más fuerte del mundo, capaz de subir escaleras o de levantarse por sí solo cuando se caiga". Suménle a eso que sabrá dibujar también. Ah, y recordar. Práctico, práctico, práctico. Sí, sí.

Aunque un servidor prefiere a Maggie. Un robot asistencial para niños y niñas creado por la Universidad Carlos III. Y no por lo que es capaz de hacer (que lo desconozco), si no por su aspecto de simbionte entre un Dalek y una mascota olímpica cualquiera. De la ternura al odio en 0.5. Y made in Spain, que mola más.

Y luego está HR1, también de la Carlos III (que más que una universidad, empieza a parecerse a la fábrica de Yo, Robot). Aunque a este se le ve demasiado plastificado. Vamos, como si lo compraran en un todo a 100 de barrio, siendo una réplica no patentada de Asimo. O algo por el estilo.


100% Producto celtibérico

Primero: ¿Por qué esa semblanza tan poco sutil con el robot asiático? Parece ser que la capacidad conceptual de diseño en este país está en horas bajas. Si no es un Naranjito, un Curro, o un Cobi, todo son plagios, desde el logotipo de las furutibles olimpiadas madrileñas, a la cacharrería robótica. Un servidor sueña, y sueña con un robot hispánico que sea capaz de convertirse en un automóbil tuneado (al estilo Bumblebee de la cinta del Innombrable): el sueño de la juventud, oigan.

Segundo: ¿Se le adaptarán modos, maneras y usos de los ciudadanos españoles? Lo dudeo, por el hecho de acercar más el producto al consumidor. No sé. ¿Especialista en servir cerveza? ¿Capaz de grabar y reproducir programas balompédicos o rosa-amarilláceos? Si se le envía a la compra, ¿sabrá colarse? ¿Sabrá discriminar a las personas por sexo, etnia, religión o clase? ¿Será capaz de realizar chapucas en domicilios?

Tercero: ¿Fiabilidad? ¿Vida? ¿Precio del mantenimiento, piezas y mano de obra? No, si no es por nada. Sólo hay que buscar referentes tecnopostmodernos en la vida del español para ver que somos muy avanzados. Claro. Pensemos: el AVE (y sus consecuencias en el ciudadano barcelonés medio). Las redes eléctricas. La conexión ADSL (calidad, cantidad y precio). El TDT (y sus enemil canales gratuitos y plurales). Etc.

Cuarto: Si es capaz de recordar, hablar y bailar, ¿habrá que pagar canon a la SGAE?

Quinto: ...


Lo dicho. Mamá, miedo. O sea.