Está visto que el mundo de la expresidencia gubernamental, ya sea en tierra patria, o allende del charco, es una entelequia maravillosa a la que todos parecen querer aspirar puesto que una vez finalizado el mandato pertinente, el mundo se les asemeja ilimitado y no parecen tener ningún imposible inalcanzable. Y ante tan abrumadora cantidad de opciones, a la gran mayoría les empieza a patinar la neurona que da gusto (algo así como aquél Miedo a la libertad del que hablaba Fromm).


Y sin duda alguna, los que se llevan la palma son los expresidentes y (exvicepresidentes) norteamericanos, que o bien, viven de recuerdos empolvados y de alabos perpetuos por parte de un pueblo harto olvidadizo en cuanto a historia se refiere, o bien optan por la ironía macabra de, tras haber utilizado el poder mundial del que disponían para fines nada filantrópicos, una vez su carromato se ha tornado de nuevo en calabaza (de oro, pero calabaza), tienden a volverse los entes planetarios más solidarios y buenrollistas del mundo mundial.
Sí, Al Gore es uno de los capitostes de este movimiento, de sobran lo saben. Pero es que ahora, el parafílico de las felaciones casablanqueras, Bill Clinton, también se ha apuntado a la movida, creando la Iniciativa Global Clinton (así da gusto, bien anónimo para que no parezca que es una mera cuestión de ego), a la que, para rematar la faena, se le ha unido ese presupuesto superprogresolidario que es Bono, Chris Rock, Alicia Keys y Shakira entre otros. La idea (si es que puede llegar a llamársela así) es promover el activismo de los jóvenes, porque, tal como afirmó el expresidente en un reciente evento en el teatro Apollo de Nueva York en el que también participó la MTV, "los jóvenes tienen más poder que nunca para lograr un cambio en el mundo, porque con las nuevas tecnologías tienen más medios para difundir su mensaje".


Tiene bemoles el asunto. Y no sólo por la "categoría" de los citados en dicho evento, pertenecientes todos ellos a esa modernez comprometida de la que siempre se han vanagloriado los burgueses izquierdosos desde sus lujosas mansiones si no por la propuesta de cambio social desde detrás de el individualismo acomodado que ofrece la pantalla de un ordenador cualquiera bajo el presupuesto de "tener más poder que nunca". Eso no es ironía: es directamente mala leche. Si en un hipotético caso llegara (o llegase) a aceptarse la premisa de la IGC, habría también que tener en cuenta el hecho que, por los mismos medios y las mismas nuevas tecnologías que comentan, el sistema también se ha fortalecido y reforzado (tono no es, ya saben) y lo que ha acabado promoviendo es el aborregamiento, el egocentrismo, el individualismo y el pasotismo. Hay hechos puntuales que contradicen esto, no seré yo el que lo niegue, pero son tan remotamente puntuales, que más que movimientos sociales, son meros tics nerviosos de un sistema que no dejará nunca de dorarnos la píldora en pos de sus propios beneficios.

Y es que todo esto viene a ser como la febrada que le ha dado a todo quisque por el reciclaje y la salvación de una Gaia enferma terminal (gracias, Al Gore). Señores, el movimiento ecologista si bien se fraguó oficialmente a finales de los años sesenta y principios de los setenta, empezó su andadura en los remotos cincuenta. Es más, sin remontarnos tan lejos, a un servidor, en su etapa escolar, ya le enseñaron lo que era la ecología y qué había que hacer para estar, en la medida de lo posible, en armonía con el medio ambiente. Pero claro, luego uno crece y toma consciencia que los países más desarrollados tienden a rechazar cualquier propuesta medioambiental, en mor, una vez más, de fines económicos puros (para más datos, repásense la cumbre de Kyoto, por ejemplo) mientras que al ciudadano se le apabulla y masacra con eslóganes, campañas y, desde hace unos meses, lo muy muy de lo más más, los coches ecológicos (ese invento hiperrevolucionario según nos muestran los peripatéticos spots catódicos y que, oh sopresa, oh dolor, sigue utilizando gasolina en lugar de energías alternativas) para que crea que el futuro del planeta realmente está en sus manos, y que es gracias a él que nuestro querido planeta podrá "volver a sonreír".


El mejor engaño del Gran Hermano oigan: conseguir que la población se sienta solidaria, participativa y, hasta en algunos casos revolucionaria, sin que mucho o nada pueda hacer al respecto sobre nada. Me parece una estrategia soberbia de control y manipulación, qué quieren que les diga. Y aunque muchos me tildarán de pesimista (que tampoco les diré yo que no), un servidor siempre ha optado por aquella máxima que afirmaba que "hay que desenseñar a desaprender como se deshacen las cosas", que, visto lo visto, no será la opción más radical, pero, a qué negarlo, se me tercia mucho más atractiva desde mi humilde punto de vista. O no.

Por cierto, no se pierdan las imágenes del evento. Para cualquier persona indecisa, de buen seguro hará que quede aderida a la causa ipso facto, visto el derroche de solidaridad y buenrrollismo que transmiten. Ya saben.