La DGT somos todos: Introducción
rubricado por Higronauta
Anuncios de coches. Fotografías de accidentes. Publicidad escabrosa de la DGT. Estadísticas de accidentes. Nuevas leyes en cuanto a "seguridad vial". Gráficos sobre accidentes. Conductas pasmosas, tendenciosas y temerarias al volante. Videorreportajes de accidentes. Rebuznos de expresidentes... Un compendio de elementos que han dado pie a que éste, su Higroblog (en stand by desde hace ya demasiado tiempo) haya optado por abrir una nueva sección dedicada a la relación entre el españolito y el coche. Se intentarán recoger aquí reflexiones, noticias, spots , temas musicales y demás que tengan que ver con esa entelequia tan patria como es el automóvil. Porque la DGT somos todos. O no.
Introducción
El coche y el españolito. Dos elementos inseparables. La simbiosis perfecta (o no) de carne y acero. Un intento (normalmente fallido) de Nueva Carne cronenbergniana en versión cañí.
Porque si algo ama el celtibérico más que a su propia mismidad, es a su coche, su automóvil, su carro, su buga. Es, en términos psicológicos de andar en zapatillas, una extensión de su miembro viril, con la única diferencia que de éste solo suele ostentar de boquilla, mientras que su coche siempre está ahí para ser mostrado, con la sana intención, de, como mínimo, provocar admiración. Y de ahí, a la envidia y el deseo, un pasito bien corto.
Es por eso que la tendencia, en la mayoría de casos, es a tener el mejor velocimotor de toda la contrada. Ya sea en cuestión de potencia, de accesorios, o, tristemente, de la cantidad de euros malgastados (algunos dirían invertidos) en su medio de locomoción. Y es que cuán gustoso resulta salir del concesionario con el recién estrenado bólido y quedar con los colegas para lucirlo en plena calle, para, así, como quién no quiere la cosa, aprovechar las miradas resquemorosas del resto de los mortales que por allí pasan. Quizás, para el macho cabrío, es la situación más cercana a la deificación que puede experimentar en su tristona vida mundana. De ahi que halla cogido la malsana costumbre de, o bien cambiar de utilitario como de calzonzillos (también llamados gayumbos) cada tres por cuatro o bien, de añadir toda una serie de elementos, convirtiendo su coche, en un Templo (al que normalmente sólo pueden acceder su dueño y su parienta, no por nada, si no por una mera cuestión de espacio físico, entre bafles y subwoofers.
Y es que si uno, desde que es todo un adolescente desea obtener el permiso de circulación (también llamado carné de conducir), no es por la comodidad que pueda (o debiera) producir el acortamiento de distancias gracias al uso de un vehículo mecánico. Nada más lejos de la realidad. Lo que se pretende es perder la virginidad en cuanto a transacciones en concesionarios se refiere, para poder así entrar a formar parte de esa secta, casi siempre malsana, de los que tienen coche, que, mal que nos pese a muchos, cada día son más y más y más y más y...
Continuará...
Introducción
El coche y el españolito. Dos elementos inseparables. La simbiosis perfecta (o no) de carne y acero. Un intento (normalmente fallido) de Nueva Carne cronenbergniana en versión cañí.
Porque si algo ama el celtibérico más que a su propia mismidad, es a su coche, su automóvil, su carro, su buga. Es, en términos psicológicos de andar en zapatillas, una extensión de su miembro viril, con la única diferencia que de éste solo suele ostentar de boquilla, mientras que su coche siempre está ahí para ser mostrado, con la sana intención, de, como mínimo, provocar admiración. Y de ahí, a la envidia y el deseo, un pasito bien corto.
Es por eso que la tendencia, en la mayoría de casos, es a tener el mejor velocimotor de toda la contrada. Ya sea en cuestión de potencia, de accesorios, o, tristemente, de la cantidad de euros malgastados (algunos dirían invertidos) en su medio de locomoción. Y es que cuán gustoso resulta salir del concesionario con el recién estrenado bólido y quedar con los colegas para lucirlo en plena calle, para, así, como quién no quiere la cosa, aprovechar las miradas resquemorosas del resto de los mortales que por allí pasan. Quizás, para el macho cabrío, es la situación más cercana a la deificación que puede experimentar en su tristona vida mundana. De ahi que halla cogido la malsana costumbre de, o bien cambiar de utilitario como de calzonzillos (también llamados gayumbos) cada tres por cuatro o bien, de añadir toda una serie de elementos, convirtiendo su coche, en un Templo (al que normalmente sólo pueden acceder su dueño y su parienta, no por nada, si no por una mera cuestión de espacio físico, entre bafles y subwoofers.
Y es que si uno, desde que es todo un adolescente desea obtener el permiso de circulación (también llamado carné de conducir), no es por la comodidad que pueda (o debiera) producir el acortamiento de distancias gracias al uso de un vehículo mecánico. Nada más lejos de la realidad. Lo que se pretende es perder la virginidad en cuanto a transacciones en concesionarios se refiere, para poder así entrar a formar parte de esa secta, casi siempre malsana, de los que tienen coche, que, mal que nos pese a muchos, cada día son más y más y más y más y...
Continuará...
Etiquetas: ¿Sociología?, DGT
10 Réplicas:
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Publicar un comentarioyo es que de virilidad no entiendo. por eso voy a todas partes en bici. y sin sujetador :)
¡Ese Seat Ritmo de moda!
Cuan amable es su verbo!!! Abajo el coche y los cocheros!!
Me gusta el higroblog
Galorina ¿sin sujetador?
si, de virilidad no entiendo, pero de feminismo si: FUERA LA OPRESION!! CAMARADAS, QUEMAD VUESTROS SUJETADORES!!
Diga que sí, pussy. Veo que es usted fiel seguidora de las consignas de Susana Estrada que se conglomeraron bajo aquél temazo que era Quítate el sostén.
Dudeo: ¿Cómo pudo llegar el Seat Ritmo a convertirse en uno de los utilitarios clave de los españolitos?¿Buena campaña publicitaria?¿Precio asequible?(La memoria no me lljavascript:void(0)
Publicar comentarioega hasta tan lejos, maese 1977...)
Maese angalqua si eso sucede voy a quedarme sin sección casi antes de iniciarla.
Suerte (o desgracia) que eso, por el momento, no tiene intención alguna de acaecer.
Sea bienvenido maese jazznoize y siéntase como en casa.
Dudeo: ¿Cómo pudo llegar el Seat Ritmo a convertirse en uno de los utilitarios clave de los españolitos?¿Buena campaña publicitaria?¿Precio asequible?(La memoria no me lljavascript:void(0)
Publicar comentarioega hasta tan lejos, maese 1977...)
Maese angalqua si eso sucede voy a quedarme sin sección casi antes de iniciarla.
Suerte (o desgracia) que eso, por el momento, no tiene intención alguna de acaecer.
Sea bienvenido maese jazznoize y siéntase como en casa.
Tenía un amigo que decía que la culpa de todo la tiene "El coche fantástico"...
Una generación entera (o más) de niños viendo un coche que habla... pues ahí están los jóvenes de extraradio que tratan sus coches como si fueran personas.
Saludos.
Una generación entera (o más) de niños viendo un coche que habla... pues ahí están los jóvenes de extraradio que tratan sus coches como si fueran personas.
Saludos.
Que imágenes acaban de pasar por mi cabeza: el Seat 127 de mi padre color verde Oliva, después el 124 con los Chichos en el "radiocasete", sor Citroen...
Que delirios.
Que delirios.
En esa teoría, maese roski, ¿se puede extraer la conclusión de que todo españolito ansía ser Michael Knight? Mmmmm... Interesante... Tengo que darle vueltas a eso.
Por muy modernos que se hallan puesto los automóviles hoy en día, sin su reproductor de cassettes, la cosa no es lo mismo, ni de lejos, y por desgracia, querida aura. Agrégole un delirio más: el histriónico tema "En el coche de papá" de los omnipresentes Aragón troupe.
Por muy modernos que se hallan puesto los automóviles hoy en día, sin su reproductor de cassettes, la cosa no es lo mismo, ni de lejos, y por desgracia, querida aura. Agrégole un delirio más: el histriónico tema "En el coche de papá" de los omnipresentes Aragón troupe.