No yerren. Cuando desde la pluma virtual del que esto escribe se critica a doña Bibiana Aído se está atacando la cabeza de la Hidra, simple, pura y llanamente. La encarnación de una liberación femenina cahabacana y publicitaria, distanciada a años luz de lo que realmente implica y significa una teoría (y una acción) de liberalización del género femenino en todo su conjunto y esplendor. Y es que quererse impostar como una simbiosis ultrachachi de Anaïs Nin y Simone de Beauvoir a golpe de decretazo multimediático, dejando de lado las raíces del problema, es convertirse, se quiera o no, en diana donde lanzar dardos envenenados. ¿Recurso fácil? Seguro. Pero, en opinión de un servidor, necesario.

«Otra vez mordiendo el mismo tobillo» pensarán los lectores habituales (si es que a estas alturas queda alguno al otro lado del espectro internáutico). Sí. A colación, cómo no, del ascenso de la ínclita a asesora de la ONU-Mujeres (un órgano que a buen seguro, conocían que existía una veintena de personas de las cuales dieciocho forman parte del ente en cuestión). Y créanme que no iba a realizar comentario alguno sobre la noticia de marras por reiterativo y por escasez de saetas. Pero, al toparme en el mismo noticioso con una redacción sobre el aumento de las cirugías plásticas para infantes acompañada por una preciosista y denostrable imagen de niñas-modelo desfilando ha vuelto a sacar el higronauta más cascarrabioso y recalcitrante.

Ruego sepa disculparme, doña Bibiana, pero no es usted más que la mujer de paja que el Sistema ha puesto en posición para esconderse detrás y jugar en los rincones más oscuros. Es usted la Ramoncín de la SGAE. Siéntase reconfortada en recibir los ataques y las puyas de los Ciudadanos de a Pie, pues a fin de cuentas, su tarea no es otra, por mucho que pretenda engañarnos mediante subterfugios y entelequias varias.

Parta pues hacia su confortable asiento de asesora con el convencimiento de que ha realizado su tarea a la perfección. Piense, mientras viaja hasta allá, que quizás, esto le sirva para esconderse bajo el caparazón de la tortuga mediática, y que, quién sabe, quizás, dentro de unos años, nadie (o casi nadie) la recuerde y por ende deje de ser la carnaza del populacho más irritado e irritable.

A los mortales, ahora, sólo nos queda sentarnos y esperar quién será la sucesora. Si durante los escasos meses que restan hasta las próximas elecciones tiende hacia lo mediático, volveremos a roer hueso con mayor o menor efectividad. Si no es así, buscaremos otro objetivo que los Medios nos pongan por delante como cabeza de turco. Semos ilusos. Semos Ciudadanos. No semos Nada.