Aún desde el mismo agnosticismo, es de recibo reconocerle al santo padre Wojtyła una serie de hechos e ideas harto revolucionarias (siempre dentro del contexto eclesiástico, obvio). Aún así, lo que no podrán concederle, ni devotos ni infieles, es que cantara bien. Porque no lo hacía ni necesidad que tenía de ello. En ningún lugar está escrito que se necesiten estudios de solfeo para llegar a tan alto escalafón. Pero entonces, ¿para qué editar varios discos con don Juan Pablo lanzándose por tonadillas? La finalidad ulterior económica no deja de estar latente, obvio. Eso sí, un servidor hubiera pagado por estar presente en las sesiones de grabación. Vaya que sí.





Hablar de King Africa ya es caer en tópicos de la cutresalchicez (presupuestamente) musical. Pero es que este disco tiene un tema que, quizás sea lo muy muy de lo menos menos en tanto que discografía del caballerete de marras: Mi Abuela. Si nos trasladamos en el tiempo unos cuantos años atrás, los más viejos del lugar recordarán un temita que se hizo tramáticamente popular en toda nuestra piel de toro, de unos tales Wilfred y la Ganga, de título Mi abuela. El tema en aquél entonces ya era abominable per se, mezclando cotiedanidad, rap, y un mal uso del diccionario. Pues bien, el señor Africa, sabio entre los sabios, no tuvo otra ocurrencia más que coger aquella odiadísima canción y realizar una versión (aka cover), como siempre barriendo para casa (ergo, kingafricanizándola). Repasemos la operación: King África + Mi Abuela = tema regurgitante, odiable hasta la saciedad y bailable en las pistas de baile y terracitas más cañís, al tiempo que aprovecha este fenómeno rivaivial en que nos hallamos encallados. Una demostración empírica de que todo lo malo vuelve, para quedarse, por lástima. Y no hablo de la carátula porque, a qué negarlo, sobran las palabras.




Sinceramente, ni idea de quienes son estos berracos, ni falta que háceme. Y es que estos K.O. tienen un problema de base: su presupuesta jocosidad sarcástica hacia aquellos que quieren atacar acaba fargocitándolos y absorviéndolos, haciendo que sus temas sean insoportados para los mortales de a pie y siendo en cambio vanagloriados y entonados por los elementos de su crítica. Toda una ironía destructora, a qué negarlo.




Vale. Sí. De acuerdo. Lo que ahora atacamos no es un disco tal como lo tenemos entendido. Es, simplemente, una recopilación de versiones del himno del partido popular, desde la sinfónica, a la bakalao, pasando por la tecnopop, la lenta, o la fiesta... La grandeza de estos temas reside en el hecho que estuvieron subidos ha tiempo, en la página oficial del propio PP. Como lo leen. De ahí también esa originalidad sin parangón a la hora de entitular cada uno de los temas, sobra decir. Lástima que ya no esté disponible su descarga, pero, si gustan, no duden en hacérmelo saber, y de buen grado les enviaré una copia para que puedan amenizar sus guateques y fiestas particulares con una estupenda colección de versiones de una sintonía tan rancia como nuestro himno patrio. O casi.

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Olvídense de las referencias para con Asimov o Julien Offroi. Olvídense de la crítica. Olvídense de todo lo que hallan oído hasta ahora. Probablemente, el peor disco editado nunca por un sello discográfico en tierra patria. La única grandeza que posee, es que es, simplemente, indescriptible.

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