El Humor (también) en crisis
Al igual que buena parte de la intrínseca red social, económica y cultural que nos sobrecoge, el humor es un fenómeno que se encuentra en plena crisis, no ya de forma si no, sobretodo y, lo peor del caso, de contenido. Sabiamente lo afirmaba hace unos días el líder de los Mojinos Escozíos en un programa autonómico (de cuyo nombre ni quiero ni debo acordarme) cuando le preguntaban por qué no tenían ni un solo tema que se mofara de la Iglesia o la Monarquia. Respondía don Miguel Ángel “considero temas muy fáciles de meterse, como quien hoy día se mete con Franco, no me hace gracia porque me gustaría gustao verlo meterse con Franco hace treinta años, es cuando había que tener pelotas para meterse con Franco”.
Y es que ahí se halla en quid de la cuestión, la raíz inherente del problema: la ausencia de, como diría otro de mis mostrencos predilectos, Ferran Monegal, mossegada (mordida). Porque si nos palplantamos a contemplar el espectro humorístico medio de la sociedad española actual, vemos que, más que moder, lo que tiende a realizar son meras patadas en las espinillas, tan típicas de niños malcriados que, más que doler, molestan. Fijémonos en los comediantes sextarios (que no sectarios) por ejemplo, un colectivo que se está convirtiendo, en buena parte por méritos simplemente ideológicos, en referente de la comedia española. Todas las diatribas humorísticas que realizan van siempre (o casi siempre) dirigidas hacia los clásicos estamentos: Iglesia, Monarquía y Derechona. ¿Cuál es el problema entonces? ¿Dónde se produce esa ruptura con lo crepuscular? En el momento en que estos tres grupos sociales se hallan lejos de un poder fáctico (que no tácito, qué conste). Afirma el mismo Monegal que la crítica, el disparo certero, siempre ha de ser hacia arriba, buscando al elemento que se halla en la cúspide, nunca hacia abajo, hacia el débil que poco o nada se puede/se quiere defender.
La pregunta entonces es: ¿por qué casi no existe la crítica hacia el Poder ejecutivo/gubernamental/judicial actual y la poca que existe parte siempre de grupúsculos con idearios políticos harto antagónicos para con ellos? ¿Por qué durante la etapa de gobierno del Partido Popular pudimos disfrutar con gloriosos espacios de humor ácido e irónico y cuando se produce un cambio de gobierno hacia la (supuesta) izquierda se pierde todo ese ingenio y se sigue “atacando” a los mismos una y otra y otra vez, desmontando así esa finalidad catártica ulterior?
Resulta irónico que una presupuesta sociedad izquierdosa como la nuestra tienda, en uno de los pilares básicos, a permanecer inalterable en cuanto a uno de los primeros síntomas de salud comunitaria. Quizás tenga que ver en todo ello ese Correctismo Político en que nos hallamos, ya no bañados, si no casi ahogados y que ha convertido dianas certeras en burbujas jabonosas proteccionistas que evitan todo contacto dudosamente apropiado según los cánones actuales. En palabras del Sevilla, “(ahora hay que tener pelotas para meterse) con Bin Laden, con los musulmanes, con los homosexuales, con... (…) es de lo que no se puede hablar. Con los colectivos. Cuanto más grande es un colectivo, más respeto hay que tenerle". Hagan ustedes mismos un ejercicio mental y piensen, por un instante, colectivos sociales con los que está mal visto (si no prohibido) realizar humor en estado puro. ¿Cuán larga les resulta la lista?
Pese a todo, eso no ha de ser excusa nunca para un buen humorista-cronista social que nunca ha de hallarse maniatado por los condicionamientos sociales a la hora de crear su Arte. Claro está, que otra cosa es que guste de vivir subordinado a los condicionamientos económicos, que puede que sea uno de los fundamentos básicos de este estado de crisis humorística. En estos tiempos que corren el ostracismo mediático está a la orden del día y muchos gustan más de vivir en la picota que de realizar deliciosas mordidas a las yugulares adecuadas para deleite de un pueblo, el español, que, pese haber sido siempre amante de la ironía y la chanza, parece haberse conformado, una vez más, con las papillas predigeridas que nos hacen deglutir a diario. Y visto lo visto (llámenme agorero, si eso), pintan bastos para que esta situación tienda a la reversión. O sea.
Etiquetas: ¿Sociología?, Catodismo
5 Réplicas:
Sí, resulta cargante que siempre vayan contra lo mismo. Pero tratándose de humor me daría igual si al menos me hiciera retorcerme del dolor tras tanta carcajada. Eso es lo peor de todo.
Aun así, en muchas ocasiones no pido demasiado. Sexta incluída.
No le digo yo a usted que no, maese Möbius. Es más, es con ese locutor y con sus acólitos con los que más me río últimamente. Pasa que es totalmente inintencionado, casual y azaroso. O sea, JLow es grande, pero no es humorista. ¿Implica esto que su jocosidad es menos válida que la de un humorista profesional? (otro dudeo para la saca, sobra decir).
No sé si esto puede sonar a buenismo y a buen rollo progre. Pero una cosa son los chistes que trabajan con estereotipos femeninos,haciendo risible al estereotipo, extrayendo de la porquería del estereotipo lo ridículo, y otra muy distinta los chistes machistas.
Los chistes, las cosas que nos hacen gracia, las cosas que ridiculizamos o literalmente nos tronchan, no lo hacen de manera inocente están cargadas de contenido simbólico conforman parte del orden simbólico. Y mantienen y reproducen el orden en la sociedad.
Esto se da recurrentemente, y por eso surge lo políticamente correcto. Para mi lo políticamente correcto es hipocresía, pudor social ante el propio orden simbolico. Pudor políticamente creado, quizá con buena intención, quizá no. Pero mal enfocado si lo que pretende es trasformar realidades...