Little Marcy: evangelio psicotrónico
rubricado por Higronauta
"ventrílocuo, cua. 1. adj. Dicho de una persona: Que tiene el arte de modificar su voz de manera que parezca venir de lejos, y que imita las de otras personas o diversos sonidos."
D.R.A.E.
Hablando en términos outsiders, uno podría pensar que tantos años de oscuridad bajo el yugo franquista debería haber propiciado elementos conservadores y religiosos de los que pudiéramos disfrutar a día de hoy por su bizarría y su celtiberismo. Nada más lejos de la realidad, por lo visto. La producción cañí de elementos artísticos peca en aquella época, o bien por su folklorismo territorial, o bien por la falta de un soporte material que consiga que llegue a nuestros días.
Al menos un servidor desconoce que hubiera, en nuestro país, un elemento "artístico" de la magnitud de Little Marcy. Rememoren ahora, por un momento, las canciones de su infancia: elementos variopintos como Parchís, Horacio Pinchadiscos, Teresa Rabal, Regaliz, Torrebruno, Enrique y Ana o el Grupo Nins forman parte del imaginario traumatizado de todo mostrenco ibérico que se tercie. Canciones en su mayoría creadas por y para niños, de una profundidad pedagógica escasa y unos contenidos someros dignos de formar parte de un recopilatorio de canciones ligeras y/o veraniegas. Si le añaden a esas canciones un made in USA, una carga de moral evangelizadora y una intérprete que no es ni más ni menos que una muñeca de ventrílocuo pepona y pedorra, tendrán como resultado a Little Marcy.
Orígenes
Marcy Tigner (la señora que le mete la mano por detrás al susodicho muñeco en cada actuación) nació en Wichita, Kansas y estudió piano y trombón, pasando a formar parte, en su temprana edad de la Sinfónica Junior de Oregon. Se licencia más tarde en la universidad de Oregon (desconocemos de qué) y entra a formar parte de un grupo de gospel. Hasta aquí, una simple biografía de la cotidianidad norteamericana. Porque poco después, el marido de miss Marcy, un tal Everett, la incita a explotar su "voz infantil" iluminando a los púberes norteamericanos con sus masas encefálicas tan blánditas y moldeables.
Sus inicios fueron duros para ella, porque aquello de pitufar la voz para dar el cante la hacía sentir bastante rarita (obvio). Gracias a Dios (nunca mejor dicho), miss America 1965, una tal Vonda van Dyke la ayudó a despegar de las tablas locales, momento en el cual nació Little Marcy. El resto es historia (freak): programas de radio, televisión, elepés...
Little Marcy
El fenónemo del ventrílocuo siempre ha caído en los márgenes del trash más absoluto. Eso de contemplar a una "persona adulta" sodomizando manualmente a un muñeco y aflautando la voz resulta demasiado chocante para la mentalidad arcaica de la sociedad. Si a esto le añadimos, como ya comenté, un espíritu evangelizador (algo así como "Yo soy Little Marcy. El que a mi viene nunca tendrá hambre") pintan bastos para convertirse en fenómeno mediático. Hay que genuflexionarse pues ante miss Tigner por haber llegado donde llegó (aunque fueran los años que eran) y más con una muñeca como Marcy. Porque qué muñeca señores. Qué muñeca...
Rescaten de su memoria los elementos icónicos referentes a muñecos terroríficos y súmenle a ello los efectos devastadores de la mítica muñeca Chochona (con perdón) y la deformación embriagadora de las Cabbage Patch Kids (en argot popular escabishpasquis). El resultado no llega, ni de lejos a conseguir los efectos traumáticos que produce la visión de la Pequeña Marcia. Mirada extraviada, sonrisa maliciosa, vestimentas recatadas (cómo no) y una voz que es capaz de destrozar el sistema periférico nervioso del más pintado. Si encima añadimos la figura de su alter ego, siempre a su sombra, miss Tigner, con un look totalmente católico-recatado y unos peinados dignos de una mujer de su condición (religiosa), señores, el trauma está servido.
Conclusión
Poniéndome retorcido, si calculamos que los niños traumatizados por este cuadro deben tener ahora la cuarentena en los EUA, quizás podamos comprender, un poco más, porqué la primera potencia mundial funciona como funciona. O no.
D.R.A.E.
Hablando en términos outsiders, uno podría pensar que tantos años de oscuridad bajo el yugo franquista debería haber propiciado elementos conservadores y religiosos de los que pudiéramos disfrutar a día de hoy por su bizarría y su celtiberismo. Nada más lejos de la realidad, por lo visto. La producción cañí de elementos artísticos peca en aquella época, o bien por su folklorismo territorial, o bien por la falta de un soporte material que consiga que llegue a nuestros días.
Al menos un servidor desconoce que hubiera, en nuestro país, un elemento "artístico" de la magnitud de Little Marcy. Rememoren ahora, por un momento, las canciones de su infancia: elementos variopintos como Parchís, Horacio Pinchadiscos, Teresa Rabal, Regaliz, Torrebruno, Enrique y Ana o el Grupo Nins forman parte del imaginario traumatizado de todo mostrenco ibérico que se tercie. Canciones en su mayoría creadas por y para niños, de una profundidad pedagógica escasa y unos contenidos someros dignos de formar parte de un recopilatorio de canciones ligeras y/o veraniegas. Si le añaden a esas canciones un made in USA, una carga de moral evangelizadora y una intérprete que no es ni más ni menos que una muñeca de ventrílocuo pepona y pedorra, tendrán como resultado a Little Marcy.
Orígenes
Marcy Tigner (la señora que le mete la mano por detrás al susodicho muñeco en cada actuación) nació en Wichita, Kansas y estudió piano y trombón, pasando a formar parte, en su temprana edad de la Sinfónica Junior de Oregon. Se licencia más tarde en la universidad de Oregon (desconocemos de qué) y entra a formar parte de un grupo de gospel. Hasta aquí, una simple biografía de la cotidianidad norteamericana. Porque poco después, el marido de miss Marcy, un tal Everett, la incita a explotar su "voz infantil" iluminando a los púberes norteamericanos con sus masas encefálicas tan blánditas y moldeables.
Sus inicios fueron duros para ella, porque aquello de pitufar la voz para dar el cante la hacía sentir bastante rarita (obvio). Gracias a Dios (nunca mejor dicho), miss America 1965, una tal Vonda van Dyke la ayudó a despegar de las tablas locales, momento en el cual nació Little Marcy. El resto es historia (freak): programas de radio, televisión, elepés...
Little Marcy
El fenónemo del ventrílocuo siempre ha caído en los márgenes del trash más absoluto. Eso de contemplar a una "persona adulta" sodomizando manualmente a un muñeco y aflautando la voz resulta demasiado chocante para la mentalidad arcaica de la sociedad. Si a esto le añadimos, como ya comenté, un espíritu evangelizador (algo así como "Yo soy Little Marcy. El que a mi viene nunca tendrá hambre") pintan bastos para convertirse en fenómeno mediático. Hay que genuflexionarse pues ante miss Tigner por haber llegado donde llegó (aunque fueran los años que eran) y más con una muñeca como Marcy. Porque qué muñeca señores. Qué muñeca...
Rescaten de su memoria los elementos icónicos referentes a muñecos terroríficos y súmenle a ello los efectos devastadores de la mítica muñeca Chochona (con perdón) y la deformación embriagadora de las Cabbage Patch Kids (en argot popular escabishpasquis). El resultado no llega, ni de lejos a conseguir los efectos traumáticos que produce la visión de la Pequeña Marcia. Mirada extraviada, sonrisa maliciosa, vestimentas recatadas (cómo no) y una voz que es capaz de destrozar el sistema periférico nervioso del más pintado. Si encima añadimos la figura de su alter ego, siempre a su sombra, miss Tigner, con un look totalmente católico-recatado y unos peinados dignos de una mujer de su condición (religiosa), señores, el trauma está servido.
Conclusión
Poniéndome retorcido, si calculamos que los niños traumatizados por este cuadro deben tener ahora la cuarentena en los EUA, quizás podamos comprender, un poco más, porqué la primera potencia mundial funciona como funciona. O no.
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