Navidad X: El Día Después
rubricado por Higronauta
"Mira alrededor que tierna escena familiar
todos tan unidos por cariño visceral"
Siniestro Total, A Casa
27 de diciembre. Atrás ha quedado ya uno de los fines de semana más árduos de todo el calendario anual. Ya podemos respirar tranquilos pues hasta el año que viene no tendremos que volver a ver a la gama de parientes insoportables que hacen de estas comidas entrañables tan arduo suplicio. Qué placer no volver a oir los chistes paupérrimos del tío del pueblo capaz de crisparle los nervios hasta al gato, ni las fanfarronadas pseudofascistoides del tío empresario (votante del PP, of course) sobre lo mal que anda el país con Zapatero al frente, ni esos intentos suyos de conseguir afiliados para el partido de la gaviota, afirmando, año tras año, el manido lema contrarrevolucionario (eso es lo que él cree) de: “Quien no es comunista a los 15 no tiene corazón, y quien es comunista a los 30 no tiene cabeza”. Tampoco tendremos que volver a soportar los planes de bodorrio del primo garrulo, ni sus ultimos accesorios añadidos a su modelo de coche tuneado, que le han costado lo que el resto de la família junta no ganaría en un mes.
Podemos ya por fin, guardar en el armario ese complejo de Herodes que nos embarga cuando tenemos que soportar a la ingesta cantidad de criaturas (aka primos, sobrinos…) malcriados, que a parte de no querer ingerir tres cuartas partes del menú navideño, no pararán de dar por culo (lo siento, no existe otra expresión que lo defina mejor) durante todo el día con sus niñerías y sus lloriqueos insoportables. Y no hablemos de las típicas preguntas entrometidas y chafarderas (no es por machismo, pero suelen venir del grupo femenino familiar) como: “¿ya tienes novia?” o en caso de que se tenga “¿y cuando os casáis/vais a vivir juntos?”, y en caso de que se viva ya con la pareja “¿ya habéis pensado en los niños?” La duda que tengo es si la Gestapo y la CIA adaptaron sus métodos de las reuniones navideñas de sus componentes o fue a la inversa. Pero lo que es innegable es que se trata de un tercer grado de padre y muy señor mío.
Se acabaron también las comidas opíparas e inacabables (parecen surgidas del bolso de Mary Poppins) que pueden llegar a convetir un hogareño comedor de diez metros cuadrados en una cochinera industrial, con todo el gentamen atiborrándose (y hablando al mismo tiempo), vaciando botellas y botellas de alcoholes varios y con esas sobremesas de unas cuatro horas de media, repletas de polvorones, turrones y frutos secos, en las cuales, curiosamente, el personal, aunque esté hasta las jambas de comer, no puede parar de “ir picando”.
Para rematar, la despedida, con ese pasacalles por el pasillo hogareño, soltando las típicas hipocresías de siempre, que si a ver si nos vemos antes, que si a cuidarse, que si blablabla...
A qué negar, que la Navidad es un período entrañable. Sobretodo el día 26. O sea.
Siniestro Total, A Casa
27 de diciembre. Atrás ha quedado ya uno de los fines de semana más árduos de todo el calendario anual. Ya podemos respirar tranquilos pues hasta el año que viene no tendremos que volver a ver a la gama de parientes insoportables que hacen de estas comidas entrañables tan arduo suplicio. Qué placer no volver a oir los chistes paupérrimos del tío del pueblo capaz de crisparle los nervios hasta al gato, ni las fanfarronadas pseudofascistoides del tío empresario (votante del PP, of course) sobre lo mal que anda el país con Zapatero al frente, ni esos intentos suyos de conseguir afiliados para el partido de la gaviota, afirmando, año tras año, el manido lema contrarrevolucionario (eso es lo que él cree) de: “Quien no es comunista a los 15 no tiene corazón, y quien es comunista a los 30 no tiene cabeza”. Tampoco tendremos que volver a soportar los planes de bodorrio del primo garrulo, ni sus ultimos accesorios añadidos a su modelo de coche tuneado, que le han costado lo que el resto de la família junta no ganaría en un mes.
Podemos ya por fin, guardar en el armario ese complejo de Herodes que nos embarga cuando tenemos que soportar a la ingesta cantidad de criaturas (aka primos, sobrinos…) malcriados, que a parte de no querer ingerir tres cuartas partes del menú navideño, no pararán de dar por culo (lo siento, no existe otra expresión que lo defina mejor) durante todo el día con sus niñerías y sus lloriqueos insoportables. Y no hablemos de las típicas preguntas entrometidas y chafarderas (no es por machismo, pero suelen venir del grupo femenino familiar) como: “¿ya tienes novia?” o en caso de que se tenga “¿y cuando os casáis/vais a vivir juntos?”, y en caso de que se viva ya con la pareja “¿ya habéis pensado en los niños?” La duda que tengo es si la Gestapo y la CIA adaptaron sus métodos de las reuniones navideñas de sus componentes o fue a la inversa. Pero lo que es innegable es que se trata de un tercer grado de padre y muy señor mío.
Se acabaron también las comidas opíparas e inacabables (parecen surgidas del bolso de Mary Poppins) que pueden llegar a convetir un hogareño comedor de diez metros cuadrados en una cochinera industrial, con todo el gentamen atiborrándose (y hablando al mismo tiempo), vaciando botellas y botellas de alcoholes varios y con esas sobremesas de unas cuatro horas de media, repletas de polvorones, turrones y frutos secos, en las cuales, curiosamente, el personal, aunque esté hasta las jambas de comer, no puede parar de “ir picando”.
Para rematar, la despedida, con ese pasacalles por el pasillo hogareño, soltando las típicas hipocresías de siempre, que si a ver si nos vemos antes, que si a cuidarse, que si blablabla...
A qué negar, que la Navidad es un período entrañable. Sobretodo el día 26. O sea.
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