Declaración de Principios
rubricado por Higronauta
"Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla."
Confucio
Aunque llevo ya algún tiempo escuchando y disfrutando de la música outisder, no ha sido hasta hace bien poco que he descubierto los verdaderos motivos por mi pasión por este género. A qué negar, que empecé buscando un refugio de la masificación clónica a la que la industria musical nos tiene acostumbrados, con el único fin de divertirme (ya fuera sólo o en compañía) con cantantes y grupos patrios que habían sido relegados al universo del trash, por el mero hecho de haber sido considerados anacrónicos, de mal gusto o simplemente horteras. Las consecuencias no se hicieron esperar: si a Alonso Quijano -alias Don Quijote-, de mucho leer libros de caballerías y de poco dormir se le secó el seso, a mí se me fue acostumbrando la neurona y el oído a este tipo de música, llegando incluso a prescindir de los cánones estético-musicales tradicionales. Porque aunque no nos demos cuenta, la belleza, en este caso musical, nos viene impuesta socialmente desde que nacemos. Para que una obra musical sea calificativamente bella ha de tener un cierto ritmo, un sentido melódico, unas pautas determindas. ¿Pero quien dice que lo amelódico no pueda ser bello?
No negaré que la primera vez que escuché a The Shaggs o a Heino quedé horrorizado ante tal cantidad de desaires, desafines y arritmias. Pero dentro de ese horror había un sentimiento de atracción, una especie de atracción hacia lo desconocido. Y descubrí que simplemente tenía que deshabituar mi oído a todo acto precognitivo y dejarme llevar, dejando atrás todo tipo de prejuicios. Porque, como he dicho más de una vez, lo feo puede ser bello.
Mis amistades me preguntan si realmente me gusta ese tipo de música, o si simplemente la escucho con finalidades de divertimento puro y duro. La verdad es que hace tiempo que dejé atrás ese punto de inflexión. Escuchar esta música (llámese trash, llámese bizarra, llámese outsider), me permite evadirme de la cotideanidad mundana. Es una especie de refugio personal, donde no hay límites impuestos, y donde cada canción y cada hallazgo se abre a un universo repleto de infinitas posibilidades. Presupongo que es una opción personal contra el conformismo y la rutina, en pos de la curiosidad (véase La teoría del tiburón en este mismo blog), y el mal gusto.
Nota: Por si les interesa profundizar en el tema, y acaban de llegar a este blog, informarles que hace unas semanas ofrecí una serie de links donde pueden ampliar conocimientos y descargar una buena cantidad de música outsider.
Confucio
Aunque llevo ya algún tiempo escuchando y disfrutando de la música outisder, no ha sido hasta hace bien poco que he descubierto los verdaderos motivos por mi pasión por este género. A qué negar, que empecé buscando un refugio de la masificación clónica a la que la industria musical nos tiene acostumbrados, con el único fin de divertirme (ya fuera sólo o en compañía) con cantantes y grupos patrios que habían sido relegados al universo del trash, por el mero hecho de haber sido considerados anacrónicos, de mal gusto o simplemente horteras. Las consecuencias no se hicieron esperar: si a Alonso Quijano -alias Don Quijote-, de mucho leer libros de caballerías y de poco dormir se le secó el seso, a mí se me fue acostumbrando la neurona y el oído a este tipo de música, llegando incluso a prescindir de los cánones estético-musicales tradicionales. Porque aunque no nos demos cuenta, la belleza, en este caso musical, nos viene impuesta socialmente desde que nacemos. Para que una obra musical sea calificativamente bella ha de tener un cierto ritmo, un sentido melódico, unas pautas determindas. ¿Pero quien dice que lo amelódico no pueda ser bello?
No negaré que la primera vez que escuché a The Shaggs o a Heino quedé horrorizado ante tal cantidad de desaires, desafines y arritmias. Pero dentro de ese horror había un sentimiento de atracción, una especie de atracción hacia lo desconocido. Y descubrí que simplemente tenía que deshabituar mi oído a todo acto precognitivo y dejarme llevar, dejando atrás todo tipo de prejuicios. Porque, como he dicho más de una vez, lo feo puede ser bello.
Mis amistades me preguntan si realmente me gusta ese tipo de música, o si simplemente la escucho con finalidades de divertimento puro y duro. La verdad es que hace tiempo que dejé atrás ese punto de inflexión. Escuchar esta música (llámese trash, llámese bizarra, llámese outsider), me permite evadirme de la cotideanidad mundana. Es una especie de refugio personal, donde no hay límites impuestos, y donde cada canción y cada hallazgo se abre a un universo repleto de infinitas posibilidades. Presupongo que es una opción personal contra el conformismo y la rutina, en pos de la curiosidad (véase La teoría del tiburón en este mismo blog), y el mal gusto.
Nota: Por si les interesa profundizar en el tema, y acaban de llegar a este blog, informarles que hace unas semanas ofrecí una serie de links donde pueden ampliar conocimientos y descargar una buena cantidad de música outsider.
2 Réplicas:
Amén, hermano!! No te conozco de nada, he encontrado tu blog por casualidad buscando fotos de las Shaggs, y no podría estar más de acuerdo contigo. A mí lo amelódico me produce una especie de inocencia encantadora, supongo qe proveniente de saltarse las reglas de mala manera xDD Gracias por el link y un saludo! Un placer :) ViRR
....y aun te debo el de los matematicos :-D
Un saludete!