" Las religiones, como las luciérnagas, necesitan de oscuridad para brillar".
Artur Schopenhauer, filósofo

El mundo occidental neoliberalizado y globalizado parece haberse sorprendido por la repercusión que han tenido en el mundo islámico las famosas caricaturas de Mahoma. Dejando de lado el consabido y manido debate sobre la cuestión de la libertad de expresión, por la calle, por las cadenas catódicas, por la prensa escrita y por las emisoras herzianas no para de oírse barbarismo tras barbarismo sobre esta cuestión, que ¡oh sopresa! está reportando más reacciones de las (presupuestamente) previstas.
Y entre todas las (des)opiniones, las favoritas de un servidor son, obviamente, las producidas por elementos de nuestra querida tierra de la piel de toro, que, en su gran mayoría, suelen tratar a la población musulmana de poco/nada evolucionados/avanzados/desarrollados, clamando al cielo cómo pueden haber personas en este planeta que se puedan ofender con bromas infantiloides como éstas. Qué falta de memoria, qué ironía más mordaz, que desfachatez más soplagaitas...
Y es que los que hoy enarbolan la bandera de la (teórica) libertad, igualdad y fraternidad, resulta, curiosamente, que son los mismos que no hace tanto (menos de un año vista), levantaron sus espadas de cruzados contra Carod Rovira y Pasqual Maragall por aquella imagen en la que el primero de ellos, se llevaba a la cabeza la supuesta corona de espinas de Cristo, mientras el segundo le reía la gracia. No sé si ustedes lo recuerdan, pero la horda de derechosos apostólicos se afilaron y sacaron los colmillos y fueron directamente a la yugular, tanto de ambos políticos catalanes, como del actual presidente del gobierno por no tomar cartas en el asunto.


Y resulta, que en menos de un año, el pueblo occidentaloide es tan "modenno" que sabe reírse hasta de su propio Dios, cosa que no saben hacer los subdesenvolupados del sur (valga la redundancia). Manda cojones.
A estos señores, un poco más de coherencia no les vendría nada mal, y más, teniendo en cuenta, que el alboroto formado, tanto en una como en otra ocasión, se produjo por una cuestión sobre un ente que no existe: Dios. Y mientras tanto los problemas reales (que no de la casa real), para nunca, claro... Citando al sabio "Dios mío sálvame de las aguas bravas, que de las mansas ya me salvo yo". O sea.