Construya su propia piscina
rubricado por Higronauta
"No te has bañado conmigo / en la piscina de mi chalet / Yo no me llamo Javier"
Los Toreros Muertos
Mientras el calor avanza implacable, los españolitos de pro se suben a sus cocheritos y se pasan horas y horas sudando como cochinos para llegar a su lugar de veraneo (normalmente con la insana intención de seguir sudando como cochinos, eso sí, esta vez en medio de una playa atestada de prole), un servidor empieza a notar como su querida y apreciada neurona va perdiendo funcionalidad en progresión inversamente proporcional a la temperatura ambiental: los pensamientos se tornan vagos y sin sentido, creando una especie de masa esponjiforme de ideas de la cual cuesta sacar algo en claro, si no es el acto reflejo de atacar a la nevera en busca de elementos refrescantes (alcohólicos o no). Suerte de mi querido aparato catódico que me acompaña en esta deshumanización sofocante, y ya no sólo por el hecho de proporcionarme horas de divertimento gracias a la colección cinéfaga higronáutica Verano 2005, sino porque, en esos momentos en que uno siente que su cuerpo está a punto de ser todo uno con el sofá, un atisbo de surrealismo televisivo consigue despertarle de la monotonía agostil. Y es que hoy, en medio de un zapping reflejo, que iba a dar paso a la consecuente desconexión por parte de un servidor del mundanal ruido me he topado con Bricomanía. Y, seguramente, gracias a ello, estoy aquí todavía.
Para aquellos que desconozcan el programa, Bricomanía es, tal como se puede intuir por su nombre, un programa de bricolaje dedicado a aquellos elementos masculinos de la casa, que pretenden sobrellevar su ninguneamiento cotidiano, disfrazándolo de Pepe Gotera y Otilio. O, por decirlo de otra manera, es la parte más soporífera (que ya es decir) de la serie del histriónico Tim Allen, Un chapuzas en casa. Durante la temporada laboral (es decir, de septiembre a julio), el programa se decia a enseñar como realizar tareas tales como un armario ropero de tres puertas con luces estreboscópicas en su interior, una caseta para el perro con techo de aluminio, un mueble donde colocar el Ipod y sus consabidos altavoces cool... Pero lo de hoy, a mí personalmente, me ha superado, y con creces. Porque en el programa de hoy, enseñaban y explicaban ¡cómo construir una piscina para el jardín! Y cuando digo piscina, no me refiero a esos artefactos plastificados que se colocan en cualquier parte y en los que, a lo más caben, o bien dos infantes, o bien la barriga del progenitor/a y poco más. Nada más lejos de la realidad: han construido una piscina que debería hacer a ojimetría unos ocho o diez metros de largo, con su escalera, sus focos (presuponiendo baños nocturnos, digo yo), sus filtros... todo. Se podía contemplar al mozo de marras cavando un señor hollo, montando las estructuras, pavimentando, cimentando, cubriendo el agujero sobrante... Vamos, que lo único que le ha faltado ha sido el trampolín y el tobogán acuático.
Por mucha sorna e ironía que pueda plantear que un programa así se dedique a la tarea educativa de enseñar al pueblo llano celtibérico como construir una piscina, a qué negar que la cosa tener, tiene delito. Porque en un país (España) donde cada vez que se habla de vivienda no deja de alzarse el clamor al cielo con los precios y los inhumanos tamaños de las viviendas (ya sean sociales o privadas), ¿quíen demonios puede construirse una piscina así? Les aseguro que en la mansión higronáutica, lo más que puedo es meter los pies en una cubeta de agua refrescante (cosa que no hago, qué conste). Si pensamos entonces en el personal que tiene la posibilidad (llámelo posibilidad, llámelo suerte, llámelo capital) de tener un jardín espacioso donde colocar una piscina, ¿me van a decir que pudiendo comprarse y/o construirse una, se van a arremangar sus camisas, van a hacer uso de pico y pala, y se van a liar, con este sol iracundo que luce, a construirse una piscina para juguetear, bien con la pareja, bien con los retoños? Y no hablemos del mantenimiento que comporta una piscina, por no comentar también el hecho de que, al menos un servidor tenía entendido, había problemas de sequía y que no era aconsejable malgastar el agua. Aunque tal como andan las cosas, más de un propietario con piscina seguro afirma que eso no es malgaste, que el problema está en no realizar el trasvase del Ebro. Y voy yo y me lo creo. Claro.
Los Toreros Muertos
Mientras el calor avanza implacable, los españolitos de pro se suben a sus cocheritos y se pasan horas y horas sudando como cochinos para llegar a su lugar de veraneo (normalmente con la insana intención de seguir sudando como cochinos, eso sí, esta vez en medio de una playa atestada de prole), un servidor empieza a notar como su querida y apreciada neurona va perdiendo funcionalidad en progresión inversamente proporcional a la temperatura ambiental: los pensamientos se tornan vagos y sin sentido, creando una especie de masa esponjiforme de ideas de la cual cuesta sacar algo en claro, si no es el acto reflejo de atacar a la nevera en busca de elementos refrescantes (alcohólicos o no). Suerte de mi querido aparato catódico que me acompaña en esta deshumanización sofocante, y ya no sólo por el hecho de proporcionarme horas de divertimento gracias a la colección cinéfaga higronáutica Verano 2005, sino porque, en esos momentos en que uno siente que su cuerpo está a punto de ser todo uno con el sofá, un atisbo de surrealismo televisivo consigue despertarle de la monotonía agostil. Y es que hoy, en medio de un zapping reflejo, que iba a dar paso a la consecuente desconexión por parte de un servidor del mundanal ruido me he topado con Bricomanía. Y, seguramente, gracias a ello, estoy aquí todavía.
Para aquellos que desconozcan el programa, Bricomanía es, tal como se puede intuir por su nombre, un programa de bricolaje dedicado a aquellos elementos masculinos de la casa, que pretenden sobrellevar su ninguneamiento cotidiano, disfrazándolo de Pepe Gotera y Otilio. O, por decirlo de otra manera, es la parte más soporífera (que ya es decir) de la serie del histriónico Tim Allen, Un chapuzas en casa. Durante la temporada laboral (es decir, de septiembre a julio), el programa se decia a enseñar como realizar tareas tales como un armario ropero de tres puertas con luces estreboscópicas en su interior, una caseta para el perro con techo de aluminio, un mueble donde colocar el Ipod y sus consabidos altavoces cool... Pero lo de hoy, a mí personalmente, me ha superado, y con creces. Porque en el programa de hoy, enseñaban y explicaban ¡cómo construir una piscina para el jardín! Y cuando digo piscina, no me refiero a esos artefactos plastificados que se colocan en cualquier parte y en los que, a lo más caben, o bien dos infantes, o bien la barriga del progenitor/a y poco más. Nada más lejos de la realidad: han construido una piscina que debería hacer a ojimetría unos ocho o diez metros de largo, con su escalera, sus focos (presuponiendo baños nocturnos, digo yo), sus filtros... todo. Se podía contemplar al mozo de marras cavando un señor hollo, montando las estructuras, pavimentando, cimentando, cubriendo el agujero sobrante... Vamos, que lo único que le ha faltado ha sido el trampolín y el tobogán acuático.
Por mucha sorna e ironía que pueda plantear que un programa así se dedique a la tarea educativa de enseñar al pueblo llano celtibérico como construir una piscina, a qué negar que la cosa tener, tiene delito. Porque en un país (España) donde cada vez que se habla de vivienda no deja de alzarse el clamor al cielo con los precios y los inhumanos tamaños de las viviendas (ya sean sociales o privadas), ¿quíen demonios puede construirse una piscina así? Les aseguro que en la mansión higronáutica, lo más que puedo es meter los pies en una cubeta de agua refrescante (cosa que no hago, qué conste). Si pensamos entonces en el personal que tiene la posibilidad (llámelo posibilidad, llámelo suerte, llámelo capital) de tener un jardín espacioso donde colocar una piscina, ¿me van a decir que pudiendo comprarse y/o construirse una, se van a arremangar sus camisas, van a hacer uso de pico y pala, y se van a liar, con este sol iracundo que luce, a construirse una piscina para juguetear, bien con la pareja, bien con los retoños? Y no hablemos del mantenimiento que comporta una piscina, por no comentar también el hecho de que, al menos un servidor tenía entendido, había problemas de sequía y que no era aconsejable malgastar el agua. Aunque tal como andan las cosas, más de un propietario con piscina seguro afirma que eso no es malgaste, que el problema está en no realizar el trasvase del Ebro. Y voy yo y me lo creo. Claro.
5 Réplicas:
Lo de ayer fue increible... pero increible de quedarse con los ojos patidifusos
Vista la teórica nueva orientación del programa, un servidor tiene la esperanza que la semana que viene, los amigos de Bricomanía nos muestren como construir la casa de invitados o el quiosco para realizar conciertos benéficos...
En cualquier casa de campo tienes sitio para hacerte una piscina (se necesitan 10000 metros de terreno para que te dejen edificar una casa de campo)
Otra cosa son las ganas, ¿donde dice que venden esas donde cabe una barriga?
Otra cosa son las ganas, ¿donde dice que venden esas donde cabe una barriga?
Ahora mismo si se dirige a cualquier centro comercial y/o gran superfície, en la sección "de campo y playa" encontrará un buen muestrario de piscinas portátiles. Busque al lado de los flotadores, los cubos y las palas, las sombrillas y las pelotas de hinflables (o inflables). No tiene perdida.
Todavía recuerdo cuando se limitaban a enseñar como colgar un cuadro recto...