"Os recibimos americanos con alegría, olé mi mare, olé mi suegra y olé mi tía"
Estribillo del tema principal de Bienvenido Mr. Marshall

Que España es un país de tradiciones ancestrales y arcaicas es innegable (a la monarquía me remito, por poner el primer ejemplo que me viene a la cabeza). Se acerca el primero de Noviembre y como es costumbre y uso, los cementerios, lugares de paz y recogimiento, ya no sólo extramundanos, se abarrotan de familiares que, como mandan los cánones eclesiásticos, se acercan a recordar a sus familiares queridos, haciendo el agosto de floristerías y jardines botánicos varios. Porque una vez al año, no hace daño. Y menos si está estipulado socioculturalmente. ¿O a caso ustedes no quieren a sus parejas única y especialmente el 14 de febrero, día de San Calentín? Pues eso.



De todas formas, parece ser que se está cociendo un cambio sustancial en las celebraciones referentes a este primero de mes. No sé si habrán dado cuenta, pero estamos en una época de impass. Mientras las generaciones mayores siguen yendo de procesión al nicho o tumba (depende del nivel adquisitivo, cómo no) en cuestión, la juventud empieza a hacer nuestra (uséase, suya) la cultura del Halloween yanki. Y cómo no, gracias a la potenciación que el cuarto poder (aka medios de comunicación) están realizando. Programas especiales sobre la Ruperta diabólica, el culto a lo oculto, la noche de Walpurgis. Hasta algunos suplementos dominicales de mañana llevarán su especial Halloween de rigor.



Puestos a escoger, y como dijo aquél, más vale tradición retrograda bizarra española, que fazobia norteamericana de importación. No pienso celebrar Halloween (porque si lo hiciera, me temo que tendría que adoptar el papel de Michael Myers destripando teenagers). Y tampoco haré acto de presencia en el cementerio el lunes. Porque, un consejo, para ir a un cementerio, mejor esperen cualquier otro día del año, donde no tengan que hacer cola para visitar un trozo de mármol, y así encontrar un remanso de paz y tranquilidad (espiritual o no) en el silencio mortuorio. Nada mejor contra el estrés de esta sociedad consumo-apocalíptica. Palabra de Higronauta.